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Lo primero que se nota es el olor. Apenas se hacen escuchar, pero si se les sorprende, dejan escapar un ruido sobrecogedor. Es fácil perderlos de vista, pero al mismo tiempo su presencia se percibe. Vistos de cerca, se proyectan hacia arriba con sus trompas ágiles, sus icónicas orejas y sus colmillos enormes, haciendo que los ojos que quien los vea lagrimeen de la impresión. Encontrarse con un elefante es cosa frecuente entre los habitantes de los pueblos que ven esos animales entrando a sus tierras.
Los elefantes engullen hasta 180 litros de agua diarios, 250 kg de vegetación y atraviesan grandes distancias en busca de estos elementos, dejando devastación y caos a su paso.
Si ver a un elefante es impresionante, ver a 45.000 juntos es increíble. Este número corresponde a la cantidad de elefantes en el parque nacional de Hwange en Zimbabwe, el cual ha sido mi jardín trasero durante los últimos 7 meses. Mi jardín delantero han sido los pueblos, en los cuales los elefantes irrumpen a diario.
Estos animales tan amados atraen a miles de turistas de todas partes del mundo al parque de Hwange cada año, pero el fenómeno es bastante reciente.
Cuando Ted Davidson se hizo el primer guarda del parque en 1928, había solamente alrededor de 4.000 elefantes y muy pocas reservas de agua. Los lagos y los pozos naturales aparecían durante la época de lluvias (de noviembre a marzo) y desaparecían uno por uno a medida que avanzara la temporada seca. Eso hizo que los elefantes se vieran obligados a entrar a los pueblos de las inmediaciones en busca de agua y de comida. Ahí, en las tierras de los humanos, fueron heridos o matados. Para establecer un lugar seguro para la fauna –elefantes incluidos– Ted Davidson instaló bombas de agua a propulsión molino para mantener a los animales dentro del parque durante la época seca.
Hoy en día, esas bombas de agua han sido sustituidas por bombas híbrido-solares que proporcionan agua para los animales de forma continua.
Las estrategias de Ted Davidson para traer agua a Hwange tuvieron demasiado éxito. Actualmente hay 45.000 elefantes –cuatro veces la capacidad máxima del parque– que recorren el área. Pero como consecuencia de los cambios climáticos, la lluvia en época de lluvias es cada vez menos fiable y más errática. Y con las sequías prolongadas, los animales no pueden vivir sólo del agua subterránea bombeada… también necesitan vegetación, ¡y mucha! Eso lleva a que los elefantes padezcan malnutrición, estrés, deshidratación e incluso muerte.
¿Cómo hacerse cargo de los elefantes de Hwange en una situación que a estas alturas se ha convertido en círculo vicioso?
Muchas soluciones se han esbozado, pero todas tienen distintas implicaciones económicas a la vez que éticas.
Translocaciones son actividades que suponen un enorme esfuerzo, con materiales, equipos de expertos, veterinarios, vehículos, contenedores, helicópteros y fondos considerables. Para enfrentarse al problema de la sobrepoblación de elefantes en Hwange, las translocaciones son casi imposibles dadas las consideraciones financieras y logísticas y el estrés que esto supone para los animales.
Técnicas anticonceptivas modernas funcionan en pequeñas poblaciones confinadas pero, dada la enorme población de Hwange, esta estrategia es imposible de implementar. Además estas técnicas anticonceptivas alteran la estructura social de las manadas, basada en la crianza; los animales que no pueden reproducir se vuelven estresados y más agresivos.
Vigilancia y control de disponibilidad de agua es un tema polémico. Los elefantes dependen por completa del agua subterránea bombeada. Clausurar las fuentes de agua artificialmente supondrá más muertes de animales, y eso mantendrá lejos a los turistas, aminorando los fondos disponibles para la vida silvestre, las comunidades locales, y, en última instancia, el país entero.
¿A quién no le encanta ver animales salvajes en la naturaleza? Lamentablemente, estas experiencias no van a perdurar mucho tiempo más si no se implementan soluciones para abordar los temas de conservación y de conflicto humano-animal a largo plazo. El primer paso es reunir a expertos en la materia –mucha gente que he conocido aquí entre ellos– con profesionales de distintas disciplinas para identificar las investigaciones necesarias, como mapas, modelos matemáticos para estudiar las dinámicas demográficas y datos GPS que observan los movimientos de animales.
Mientras tanto, miles de dólares vienen donados cada año para proporcionar agua a los elefantes de Hwange y prevenir miles de muertes. Pero estas organizaciones cuentan además con los fondos recaudados de actividades turísticas, y hoy en día – y bajo las actuales circunstancias mundiales de confinamiento por el Covid – todo se vuelve cada vez más complicado y menos fiable.
La primera vez que vi a un elefante muerto me conmoví bastante pero lo mismo me pasó con el primer campo devastado por elefantes que vi.
La destrucción que causan es inmensa y la verdad es que esos animales van a seguir entrando a los pueblos si Hwange no puede gestionar su población de elefantes correctamente. Es urgente resolver la crisis tanto para los animales como para los vecinos.
Para apoyar a la gente y a la fauna silvestre en su convivencia en Hwange, ponte en contacto con la Fundación Camelthorn.
Illustración por Helen Spence-Jones
Traducción: Hannah Tranter.
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Jamy-Lee Bam, Data Scientist, Cape Town
Paarmita Pandey, Physics Masters student, India
Nesibe Feyza Dogan, Highschool student, Netherlands
Una, writer and educator
Radu Toma, Romania
Financier and CEO, USA
Yara, Lebanon
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