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Empecé a cuidar abejas en 2018. Mis primeras abejas eran todo lo que cualquier apicultora nueva podría desear: gentiles, buenas productoras de miel y, lo más importante, en excelente estado de salud. Por dos años, mi pequeña colonia de 20,000 abejas obreras hembra y una reina, prosperó y se duplicó. Cuando las escuchaba a escondidas, podía oír su zumbido suave o ver a algunas de las abejas obreras traer valientemente el polen en sus piernas mientras soplaba el viento fresco de la primavera. Pero un día de marzo de 2020, la entrada del panal estuvo inusualmente callada.
Triste e irónicamente, justo cuando el mundo enfrentaba al Covid-19, mis abejas también se habían infectado de un virus. Esa época del año era demasiado fría para abrir el panal de madera donde vivía la colonia, así que fue unos meses después cuando pude descubrir que había cientos de abejas muertas dentro del panal y que este era el síntoma macabro del virus de parálisis crónica de la abeja (CBPV, por sus siglas en inglés). En menos de un mes, mi colonia había perdido 70% de su población de abejas obreras. Eran muy pocas y muy débiles como para poder reponerse.
Me sentí impotente, presenciando el colapso de mi primera colonia, por un virus para el cual no hay cura.
El CBPV es uno de los 31 virus que, se sabe, afectan a las abejas productoras de miel. No entendemos totalmente el modo de transmisión de los virus en las abejas, pero conocemos a un posible culpable: El varroa destructor, un pequeño ácaro que no es más grande que un alfiler, se alimenta de la hemolinfa, el equivalente a la sangre en las abejas adultas y en las larvas, esta es una de las grandes amenazas que enfrentan las poblaciones de abejas productoras de miel alrededor del mundo. Las infestaciones de estos parásitos debilitan el sistema inmune de las abejas, lo que las hace más susceptibles a los ataques de los virus. El ácaro, un conocido vector transmisor de virus en las abejas, también incrementa la diseminación de infecciones, infestando a otras colonias.
Algunas técnicas de apicultura y tratamientos comerciales minimizan las infestaciones de los ácaros, pero aún no hay una vacuna o tratamiento para los virus que atacan a las abejas.
¿Por qué debería importarnos esta situación?
El declive de la población de abejas es preocupante, puesto que son un elemento crítico para la agricultura, la seguridad alimentaria y la biodiversidad. A través de la polinización, las abejas contribuyen con la producción y la calidad de alrededor del 75% de la comida que llega a nuestros platos, además, solo en Europa, 600,000 apicultores comerciales dependen económicamente de las abejas de la miel.
Junto con la polinización, las abejas también contribuyen a la estabilidad y la biodiversidad de nuestro ecosistema, el 88% de la floración de plantas depende de ellas para reproducirse y sobrevivir.
El genio de la jalea: un conservador natural
Me uní al laboratorio Maori de la Universidad de Cambridge como una apicultura y científica especializada en química del ADN y del ARN en 2021. La doctora Eyal Maori descubrió en 2009 que si se alimenta a las abejas con fragmentos pequeños de ARN de algunos virus, adquieren resistencia viral. Cuando las colonias están expuestas a estos virus, son menos susceptibles a enfermar y morir por esta causa. Una respuesta inmune durable es motivada en las abejas por los fragmentos de ARN de un modo similar a la forma en que trabajan las vacunas. El grupo de investigación también encontró que, algunos meses después de que las abejas tratadas con estos métodos hubieran fallecido y eran reemplazadas por otras abejas obreras, las colonias continuaban siendo fuertes y presentando resistencia contra esos virus. Esto sugiere que las abejas obreras transmiten naturalmente el ARN a otros miembros de la colmena y de ese modo la resistencia se transfiere a la siguiente generación.
Pero ¿cómo ocurre esto? El ARN es una molécula inestable que se degrada en unas pocas en un ambiente no estéril. Entonces, ¿cómo es que las abejas pueden compartir ese ARN? Para poder compartirlo con los miembros de la colonia, las abejas desarrollaron un método natural para alimentar con esta sustancia a todos los miembros de la colonia: la jalea real. Esta jalea se secreta por glándulas especializadas en las cabezas de las abejas obreras para alimentar continuamente a la reina y a las larvas jóvenes durante sus primeros 3 días de vida. Esto contiene proteínas y otras moléculas que preservan el ARN.
No sabemos de ningún organismo que comparta ARN del modo en que las abejas lo hacen.
Una mayor comprensión y aprovechamiento del ARN transferido entre las abejas puede ayudar al desarrollo de vacunas para ellas. De modo distinto a las clásicas vacunas que proveen una versión debilitada del virus, el sistema provee una inmunidad durable a las siguientes generaciones de la colmena. Esto también puede generar el desarrollo de vacunas comerciales para las abejas.
Mi esperanza es que otros apicultores como yo no se despierten un día y vean a su colonia devastada con una infección viral que no puedan curar.
Traducido por Aurora Romero.
Jamy-Lee Bam, Data Scientist, Cape Town
Paarmita Pandey, Physics Masters student, India
Nesibe Feyza Dogan, Highschool student, Netherlands
Una, writer and educator
Radu Toma, Romania
Financier and CEO, USA
Yara, Lebanon
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