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Mi laboratorio está en el piso más bajo del edificio. Todas las ventanas están oscurecidas por lo que nunca se ve la luz del sol. Para ser honestos, es en Escocia; de todos modos pocas veces recibimos luz solar. El laboratorio se encuentra a una temperatura de alrededor de 10 °C y como sus paredes se encuentran llenas de acuarios, siempre huele ligeramente a pescado. No es exactamente la estrella de rock de Hollywood de los laboratorios.
Pero no te decepciones.
Puede que no sea glamouroso, pero en mi laboratorio en el sótano frío, cazo demonios.
No, no hablo de el exorcista. Me refiero a los demonios darwinianos: organismos hipotéticos que han “dado en el clavo” de la evolución, y es que tienen una excelente condición física en todas las situaciones posibles, pueden vivir para siempre y producir descendencia infinita.
Por supuesto, estos organismos no existen. Hay muchas razones por las cuales no pueden existir: las leyes de la física, por ejemplo. No puedes ser dos cosas a la vez; no puedes ser suficientemente pequeño para conservar energía y al mismo tiempo lo suficientemente grande como para ganar peleas. O brillante y colorido para atraer pareja pero ser capaz de usar el camuflaje para evitar depredadores. Puedes hacer un poco de trampa… pero al final, las leyes universales siempre ganarán.
Entonces, lo que estudio es la capacidad de los organismos para acercarse un poco a convertirse en un demonio. Por ejemplo, plantas que tienen diferentes hojas dependiendo de la cantidad de luz que reciben; zorros que cambian un abrigo de invierno por uno de verano cuando los días se calientan; mariposas que cambian los colores de sus alas en función de si eclosionan en la estación seca o húmeda. Esta habilidad – el truco de alterar su forma para adaptarse al entorno en el que se encuentran – es llamado «plasticidad fenotípica adaptativa». Y conlleva el potencial de un organismo para dar lo mejor de sí mismo en cada situación que la vida le arroje. En otras palabras… aprovechar su demonio darwiniano interior.
Sin embargo, esto no sucede. Incluso con plasticidad fenotípica adaptativa, no hay ningún organismo que se ajuste a todos los ambientes. Pero, ¿por qué no? si pueden adaptarse a condiciones variantes, ¿cuál es el truco?
Ahí es donde entra mi investigación, y es que busco los mecanismos que establecen los límites de la plasticidad fenotípica adaptativa. Para hacer esto, estudio un pez.
A primera vista, el espinoso no parece muy interesante. Es pequeño, común, y es básicamente alimento para todo lo que lo encuentra (excepto para los humanos, a menos que tengamos mucha hambre). Es el pez que atrapan los niños pequeños parados en arroyos con una red, y cuyo destino es un frasco de mermelada.
Sin embargo, este pez también resulta ser el animal perfecto para esta investigación. Esto se debe a que tiene un pequeño truco: el espinoso puede sobrevivir tanto en agua salada como en agua dulce. Esto es bastante impresionante para un pez: básicamente implica girar las células reguladoras de la sal dentro de sus branquias, de adentro hacia afuera. Y mientras que el espinoso «predeterminado» lo usa de manera regular (entrando en arroyos de agua dulce para reproducirse y viviendo en el mar el resto del tiempo), hay algunos que han llegado a lagos y embalses… y luego se han quedado ahí y nunca más han salido.
Estos peces que se quedaron ahí ya no tienen que preocuparse por hacer frente a la sal; a diferencia de sus primos en el mar, nunca la experimentan. Esto significa que, dado que el espinoso se ha movido a nuevos hábitats de agua dulce repetidamente en diferentes momentos en los últimos 20,000 años, es posible observar como se familiarizan con el tiempo cada vez más con el agua dulce y menos con los ambientes de agua salada. Si fueran demonios darwinianos, no importaría. Nunca perderían su plasticidad, es decir, aún podrían hacer frente al agua salada 40,000 años después de la última vez que sus antepasados nadaron en ella.
Pero no son demonios y con el tiempo pierden la capacidad de hacer frente al agua salada.
Aunque parece que no hay ningún costo por mantener su capacidad, y tal vez sería útil
aferrarse a esa plasticidad, empeoran lentamente y cada vez les cuesta más trabajo sobrevivir en condiciones de agua salada. Comprender por qué y cómo sucede esto puede ayudarnos a arrojar luz sobre todo tipo de preguntas: desde cómo podemos esperar que los organismos hagan frente a nuevos entornos, hasta de dónde vienen nuevas características.
Parece que incluso los demonios darwinianos tienen sus propios demonios…
Traducción al español por Martha Irene Saladino.
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Jamy-Lee Bam, Data Scientist, Cape Town
Paarmita Pandey, Physics Masters student, India
Nesibe Feyza Dogan, Highschool student, Netherlands
Una, writer and educator
Radu Toma, Romania
Financier and CEO, USA
Yara, Lebanon
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