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Cuando era pequeña, allá en los años cincuenta, las perspectivas de carrera para las niñas eran limitadas. Si eras una niña se esperaba que al crecer te casaras, te convirtieras en ama de casa y en madre, y que apoyaras a tu esposo en el desarrollo de su carrera profesional. Como era de esperarse, muchos aspectos de nuestras vidas estaban dominados por estas expectativas.
Cuando empecé la secundaria (a los 11 o 12 años), los niños aprendían ciencia mientras que las niñas aprendían a tejer y a cocinar. La ciencia era un área prometedora y yo quería tomar esa materia en la escuela. El director se vio presionado, y la segunda vez que tuvimos una clase de ciencias ya había tres niñas en el curso (yo entre ellas), mientras que el resto de la clase eran niños. Creo que éramos las primeras niñas de la escuela en tomar estas clases.
Cursé Física en el primer ciclo escolar, me encantó y pronto fui la mejor de mi clase. En el siguiente ciclo cursé Química y también me gustó, pero en el tercer ciclo cursé Biología (la clase consistía en dibujar flores y aprender los nombres de sus partes) y la encontré muy aburrida. ¡Así me di cuenta de que mis prejuicios ya estaban establecidos cuando tenía 12 años aproximadamente!
Continué siendo muy buena en Física y a los 13 o 14 años, cuando estábamos aprendiendo el movimiento circular, tomé un libro de astronomía de la biblioteca. Estuve leyendo sobre las estrellas y las enormes galaxias, cada una de ellas era un sistema en rotación formado por miles de millones de estrellas. ¡De pronto comprendí la relevancia de nuestra clase de física sobre el movimiento circular! Estaba fascinada y decidí convertirme en astrónoma.
Sin embargo, había un problema (además de ser una niña) – ¡necesitaba dormir! Estar despierta toda la noche para observar las estrellas era casi imposible… entonces ¡tal vez no podría ser una astrónoma!
La rama de la Astronomía conocida como radioastronomía estaba comenzando en los años 50. Cuando nos fijamos en las emisiones en longitudes de ondas radio, el Sol no domina el cielo como lo hace en la parte visible del espectro electromagnético, por lo que la radioastronomía puede llevarse a cabo tanto durante el día como durante la noche. ¡Si me convertía en una radio astrónoma podría trabajar de día y también tener un buen descanso durante la noche!
Obtener un buen título en Física en la Universidad fue el primer paso, y después conseguí una plaza en la Universidad de Cambridge para investigar en radioastronomía. Esta universidad es muy prestigiosa y por aquel entonces había pocos lugares para mujeres.
Cuando me aceptaron me impresionó muchísimo y me quedé perpleja, pensé que había habido un error y que por eso me habían admitido. Temía que tarde o temprano descubrieran el error y me expulsaran de la universidad.
(Ahora llamamos a este sentimiento: “síndrome del impostor”). Decidí que trabajaría muy duro y me esforzaría mucho, de manera que cuando ellos me expulsaran al menos yo sentiría que había dado lo mejor de mí, que no había desaprovechado esta gran oportunidad, por eso fui muy minuciosa y muy diligente en mi investigación.
Pasé los dos primeros años construyendo un radiotelescopio -fue un trabajo muy manual- y después, me convertí en la primera en utilizarlo y emplearlo en mi investigación. No tenía acceso a una computadora, mis datos venían en bandas muy largas de papel cuadriculado (120 cm cada hora, 24 horas al día). Observé el cielo durante 6 meses, lo que quiere decir que utilicé 5 kilómetros de papel en total. ¡Si quisieras caminar sobre él tendrías que dar 6,500 pasos!
Los datos eran buenos, mi investigación avanzaba bien. Pero el telescopio capturó una señal que no tenía sentido para mí en ese momento. Era diminuta, ocupaba como 0.5 cm cada 500m de mi papel cuadriculado. Como era muy meticulosa decidí investigar más esta pequeña señal, pero de pronto ¡desapareció! Un mes más tarde volvió a aparecer y en ese momento me percaté de que era un haz de pulsos cada 1.3 segundos.
Nadie había visto algo como aquello y, por supuesto, teníamos que asegurarnos de que fuera una emisión natural de ondas radio, y de que proviniera realmente del espacio.
Me fui a casa esa tarde muy confundida. Por aquel entonces estaba intentando obtener mi título de doctorado empleando una nueva técnica, y ¿acaso era posible que unos estúpidos hombrecitos verdes hubieran escogido mi antena y mi frecuencia para comunicarse con nosotros?
Poco después detecté una segunda pulsación (esta vez cada 1.25 segundos) en una parte diferente del cielo, posteriormente una tercera… y una cuarta, todas pulsando regularmente cada una a su ritmo.
Había descubierto un nuevo tipo de estrella, ahora llamados púlsares (un acrónimo de pulsating stars, en inglés) que emiten un haz de ondas de radio alrededor del cielo -casi como un faro- y vemos un pulso (o destello) cada vez que el haz pasa por la Tierra. Hoy en día se conocen cientos de esos púlsares y cientos de radioastrónomos los están investigando.
Traducido por Aurora Romero (correcciones Ester Aranzana)
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Jamy-Lee Bam, Data Scientist, Cape Town
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