English (Inglés) Español العربية (Árabe)
24 de enero de 2019: el artículo de investigación que envié a una revista ha sido rechazado por segunda vez. Mi supervisor del Máster que estoy haciendo no ha respondido a mis correos electrónicos desde hace meses y la época de exámenes está por llegar. Las cosas han empezado a pasarme factura y a pesar de pretender que “es uno de esos días”, me siento derrotada y desesperada. Cuando regreso a casa, Dusk está esperándome en la puerta moviendo la cola. Sus ojos brillan por la alegría de verme volver a casa. Pero esta vez, su forma de darme la bienvenida no logra dibujar una sonrisa en mi cara. Al tratar de esquivarlo para irme a la cama, Dusk se da cuenta de que algo anda mal. Me sigue en silencio y espera hasta que me recueste antes de colocarse lentamente a mi lado. Pone su cuerpo debajo mis pies, me mira con ojos cariñosos y trata de consolarme. Tiene éxito. Mi estado de ánimo cambia inmediatamente y me siento feliz.
¿Cómo puede una criatura tan inocente aliviar la carga del día, como si entendiera la complejidad de las emociones humanas? ¡Qué increíble es presenciar cómo una interacción aparentemente breve y trivial puede cambiar el funcionamiento de la mente, contribuyendo positivamente a nuestro bienestar!
Esto no es solo una experiencia personal de cómo un perro, o una mascota en general, pueden mejorar nuestra salud. Es un fenómeno bien investigado y documentado en neurociencia, una disciplina que explora los conceptos elusivos de la mente y la biología del cerebro. Esta intrigante intersección me hizo estudiar biología y psicología en la universidad, con la aspiración de convertirme algún día en una neurocientífica que contribuya a la comprensión de nosotros mismos y el mundo que nos rodea. A lo largo de los últimos tres años, me he encontrado con una ciencia fascinante que explica algunas de mis experiencias diarias, como las que tengo con mi perro Dusk.
Varios estudios han investigado los mecanismos neurobiológicos que subyacen de las interacciones entre humanos y animales, y han demostrado que las mascotas ayudan a combatir el estrés e inducen sentimientos de bienestar y amor en las personas. Un grupo de investigación japonés descubrió que las interacciones con los perros, especialmente cuando son iniciadas por la mirada de un perro, pueden aumentar los niveles de oxitocina, una hormona que juega un papel fundamental en las relaciones de pareja. Una característica importante del efecto de la oxitocina es que provoca un ciclo de retroalimentación positiva: la interacción con la mascota provoca la liberación de oxitocina, lo que promueve la formación de vínculos de apego entre el propietario y la mascota. Esto provoca la liberación de más oxitocina y, por lo tanto, el ciclo continúa. Lo notable de este proceso es que ocurre tanto en humanos como en perros y el efecto del aumento de la oxitocina en uno se refleja en el otro.
La interacción con animales también puede inducir un «efecto amortiguador de estrés». Disminuye la soledad, la depresión y el estrés al alterar parámetros fisiológicos como las hormonas del estrés cortisol y las catecolaminas. De hecho, investigadores han descubierto que las interacciones entre humanos y perros reducen los niveles de cortisol y la actividad del sistema nervioso simpático, lo que resulta en una experiencia desestresante.
También se ha encontrado que las interacciones entre humanos y perros aumentan los niveles de dopamina, un neurotransmisor importante del sistema de recompensa cerebral, y algunos tipos de endorfinas que son neurotransmisores que reducen la sensación de dolor. Estos cambios neuroquímicos explican cómo las mascotas disminuyen los sentimientos de ansiedad, soledad y depresión al proporcionar compañía y una fuente de contacto que promueve sentimientos de seguridad.
Mis estudios de las bases neurobiológicas del comportamiento, la anatomía y la fisiología del cuerpo humano reafirman mi experiencia personal: las interacciones positivas con una mascota inducen la relajación por la liberación de «hormonas de la felicidad» en el cerebro. Desde ahora, el científico frustrado que hay en mí sabe exactamente a quién acudir cuando este teniendo un mal día.
Salí de la cama y antes de que me diera tiempo a coger su collar, Dusk ya estaba esperando en la puerta. Tan pronto como le puse el collar, comenzó a saltar por la casa, burlándose alegremente de mí. Cada vez que dejaba de seguirlo, se sentaba y esperaba hasta que me acercara para volver a saltar. Finalmente, me dejó ponerle el collar y ambos salimos de casa, dejando atrás las preocupaciones del día.
Esta historia ha sido editada por Ghina M. Halabi y traducida por Laura Moreno López. El dibujo ha sido hecho a mano por la artista con sede en Cambridge Esther Yasmin.
Jamy-Lee Bam, Data Scientist, Cape Town
Paarmita Pandey, Physics Masters student, India
Nesibe Feyza Dogan, Highschool student, Netherlands
Una, writer and educator
Radu Toma, Romania
Financier and CEO, USA
Yara, Lebanon
Be the first to know when a new story is told! Delivered once a month.
Comments