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Rodeada de miles de estrellas, en un silencio tácito y sintiendo una brisa fría, me encuentro en lo alto de un búnker en el Desierto de Mojave a las 2 de la madrugada, deslumbrada por la belleza de la naturaleza en la profunda oscuridad. Mientras el equipo trabaja sin descanso preparando el lanzamiento del cohete programado por la mañana, yo estoy completamente hipnotizada por el aislamiento de la noche. En ese instante es cuando me doy cuenta de que quiero dedicar mi vida a entender los misterios de nuestro universo. ¡Ven aquí, está helando! Me grita mi compañero mientras observo con el telescopio y capturo imágenes de la Luna.
Las personas vivimos experiencias diferentes que influyen en nuestra perspectiva sobre el mundo. En 2003 empezó la guerra de Irak, devastó mi país y asesinó a cientos de miles de iraquíes. Mi familia y yo conseguimos sobrevivir y huimos a Estados Unidos en 2008. El día que alcancé la seguridad de un territorio extranjero fue surrealista, aunque estaba embarazada tenía potencial y un futuro prometedor. Años después conseguí forjar una carrera como científica de cohetes tras superar una serie de retos y obstáculos, entre ellos el idioma y las barreras culturales. Recuerdo el viaje clara y vivamente, que aunque siempre parece irreal como si fuera un trazo de la imaginación, en realidad no lo fue. Este es el recorrido de mi vida.
Un de los hitos en este viaje fue graduarme en el 2017 por la Universidad de California en San Diego. Por aquel entonces era la directora del equipo de propulsión dentro del club de estudiantes para la exploración y el desarrollo de actividades espaciales. Investigábamos propulsores que son aparatos que sirven para impulsar y acelerar las naves espaciales y los satélites artificiales. Mi investigación consistía en el estudio de cómo crear sus diferentes componentes de una manera no tradicional, de una manera más rápida y abaratando el coste. Porque cuanto más rápido se construyan los diferentes componentes, más rápido y más barato será volar al espacio.
Gracias a esta investigación se abren las puertas a nuevos diseños y con un mejor rendimiento, y a la vez que se consigue un aparato resistente y duradero. En este puesto, mi pasión por la exploración espacial se vio colmada con todos los retos diarios a los que me tenía que enfrentar. A medida que nuestra capacidades tecnológicas avanzan, nuestro conocimiento del Universo aumenta, pero a la vez surgen constantemente nuevas preguntas que tientan a nuestras mentes curiosas. Mientras dirigía el equipo de propulsión yo también estaba llena de preguntas que ansiaban ser respondidas.
Una de las cuestiones era construir el primer CubeSat o satélite enano que pudiera orbitar la Luna con propulsión química, con un propulsor diseñado con una impresora 3D al que bautizamos Callan. El objetivo de este proyecto era diseñar un propulsor que funcionara correctamente y que estuviera listo para volar, lo que serviría para ayudar a impulsar los vuelos espaciales comerciales y mejorar la infraestructura. Callan sirvió como único sistema de propulsión abordo de CubeSat diseñado para funcionar en una órbita alrededor de la Luna. El trabajo de mi equipo se centró en el desarrollo y el testeo de Callan para demostrar que los motores de cohetes fabricados por adición, es decir, con impresoras 3D, no solo se pueden utilizar como motores de prueba sino que también pueden funcionar correctamente en el espacio.
Pasamos noches infinitas solucionando problemas de las válvulas y los sensores. Nuestros días se alargaban en el clima húmedo de la Universidad Purdue en Indiana mientras analizábamos todos los datos obtenidos de las pruebas. El trabajo duro y constante era interrumpido por carreras espontáneas a la tienda Home Depot para comprar herramientas y materiales de última hora. Festejamos y aprovechamos cada minuto. Probamos el buen funcionamiento de Callan dos veces en la Universidad de Purdue. Aunque nunca voló al espacio, fue un proyecto muy elaborado dirigido por estudiantes universitarios para construir lo que se conoce como lecho empacado articulado. Se trata de tubos reactores catalizadores dentro de una recámara de un motor pequeño de alto rendimiento impulsado por peróxido de hidrógeno.
Liderar este equipo de ingenieros jóvenes con gran talento y completar este importante y difícil proyecto fue como un sueño para mí. Siempre quise trabajar en proyectos que pudieran inspirar a la exploración espacial tripulada para aventurarnos en lo desconocido, descubrir nuevos mundos y traspasar tanto las barreras científicas como nuestros límites técnicos.
Este deseo nunca menguó y hoy día trabajo para Virgin Orbit como ingeniera de desarrollo de propulsores. Trabajo en las pruebas y el desarrollo de LauncherOne, un cohete de 70 pies de largo hecho de fibra de carbono, un material extremadamente resistente y ligero que asegura un alto rendimiento energético. La plataforma de lanzamiento del cohete no es un área de terreno en la superficie, sino un avión de Virgin Orbit 747 llamado “La chica cósmica” a la altitud elevada de 35.000 pies. La chica cósmica transportará LauncherOne al espacio, una vez ahí lo dejará caer y éste se encenderá y viajará al espacio, y será capaz de poner en órbita alrededor de la Tierra satélites del tamaño de lavadoras.
Desde que huí de la devastadora guerra de Irak he recorrido un largo camino, pero mis experiencias del pasado todavía me impulsan hacia delante. Ahora siento más intensamente que nunca que no todo el mundo tiene acceso a este conocimiento especializado que tengo al alcance de mis manos. Por ejemplo, hacen falta más educadores árabes en este campo. Yo personalmente he vivido esto, y muchas de las respuestas que buscaba como inmigrante árabe no siempre fueron respondidas. Es por ello que creé la plataforma de divulgación bilingüe llamada “El astrónomo árabe”, que tiene como objetivo facilitar a la generación más joven de los países de oriente medio las respuestas y los recursos para que puedan formar parte de cualquier campo STEM con éxito. Pienso que el talento está oculto en las mentes de aquellos que no están suficientemente motivados, y que a menudo un guía o un poco de esperanza es lo único que necesitan. Esta iniciativa ha tenido una gran participación y una buena acogida, lo que nos muestra claramente que había un hueco que llenar y que era algo claramente necesario. Solo espero que mi iniciativa pueda ayudar a devolver esta sed y curiosidad por la ciencia y el conocimiento del mundo árabe, y contribuya a tener una sociedad más pacífica.
Cuando LauncherOne comience su viaje sabré que mi trabajo y mi huella están en el espacio, y sabré que una parte de mi participó en los intentos de la humanidad para la exploración espacial.
Traducido por Ester Aranzana.
Ester tiene un doctorado en astrofisica por la Universidad Radboud y trabaja actualmente como ingeniera de diseño en ASML, el mayor distribuidor de maquinas de fotolitografía para la producción de microchips.
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